Despierto en una sala blanca, insípida y frívola, demasiado brillante y limpia. Postrada en una cama de la que no puedo moverme. Intento girar, es inútil. Lo único que escucho es el goteo de una canilla cercana que no logro identificar con los ojos.
El tiempo pasa lento…
Entran en la habitación un par de conocidos que me miran con lástima y compasión. Nunca me sentí tan inútil e impotente. Quiero responderles, quiero evadirlos y talvez sacarles una sonrisa, pero es como si no estuviera ahí… los miro, no queda mas por hacer… y sufro con cada uno de sus alientos.
Me hablan y no los escucho, sólo me llega ese maldito goteo cada vez más penetrante y molesto…
Siento humedecer mi cabeza.
Algunos se apoyan en la pared y observan pensativos, cómo si hubiese algo más allá. ¿Habrá una ventana que no distingo, o los grumos de la mala pintura les resultaran inspiradores?
Entra una persona vestida de rojo y con mucho maquillaje, no la reconozco, pero sé que es alguien cercano. Es extraño, se mueve en cámara lenta, como si cada paso le pesara diez veces más de lo normal, pareciera ser parte de otra realidad con distinta gravedad.
El tiempo pasa lento…
Entran en la habitación un par de conocidos que me miran con lástima y compasión. Nunca me sentí tan inútil e impotente. Quiero responderles, quiero evadirlos y talvez sacarles una sonrisa, pero es como si no estuviera ahí… los miro, no queda mas por hacer… y sufro con cada uno de sus alientos.
Me hablan y no los escucho, sólo me llega ese maldito goteo cada vez más penetrante y molesto…
Siento humedecer mi cabeza.
Algunos se apoyan en la pared y observan pensativos, cómo si hubiese algo más allá. ¿Habrá una ventana que no distingo, o los grumos de la mala pintura les resultaran inspiradores?
Entra una persona vestida de rojo y con mucho maquillaje, no la reconozco, pero sé que es alguien cercano. Es extraño, se mueve en cámara lenta, como si cada paso le pesara diez veces más de lo normal, pareciera ser parte de otra realidad con distinta gravedad.
Éste no me mira, sólo se pasea de un lado al otro tan despacio que desespera… nadie le presta atención. Poco a poco el maquillaje se deshace, producto de las gotas de sudor que le atestan el rostro… para mi sorpresa la identificación sigue siendo nula, sólo queda una imagen borrosa debajo del personaje.
De repente risas, y me perdí el chiste. Confusa y aturdida por el cambio me dan ganas de estar sola, pero la fiesta sigue su curso y hasta en un rincón se inicia un número de baile…
Entran unos nenes maliciosos en escena, y se acercan a la cama como observando un fenómeno. Sus gestos de sorpresa y asco son señal de que nada marcha bien. Uno salta al techo y se queda prendido de la lámpara frágil que en cualquier momento podría caerse y quebrarme a la mitad, pero nadie dice nada… se mece estridentemente haciendo que la luz adopte un vaivén de intermitencia que me produce jaqueca. La otra se dirige al final del lecho y mueve las sábanas… me brinda una mirada pícara como advirtiéndome que me prepare para su pequeña tortura… saca una pluma verde esmeralda de un vestido sin bolsillos y me la desliza por los pies: cosquillas, cosquillas insoportables que no puedo evadir. Quiero moverme, quiero gritarle, quiero pegarle, pero no hay respuestas. Sólo necias e inevitables cosquillas maquiavélicas que me estremecen y afligen…
Y ese fatal sonido de agua en mi cerebro…
La sala se extiende, y un coro gospel vestido de escarlata se ubica frente a mi y mueve sus bocas estridentemente… las palmas se juntan y separan a compás y todos parecen disfrutarlo. Me imagino un “oh jesús, oh jesús” saliendo de sus gargantas y por un momento no me parece tan mala la sordera…
Y el humo, el humo efervesciendo en mi.
Un gato enorme se sube a la cama y me lame las manos…
Tengo frío, y como si adivinase mi pensamiento una mujer de cabellos ceniza y orejas frustradas me cubre con una manta de jazmines, pero el olor me da nauseas y tengo que tragar mi propio vómito.
Risas nuevamente. Ahora los que bailaban hacen gala de coreografías.
Un señor de sobretodo negro parece aburrido, y empieza a dibujar un boceto en la pared: arte abstracto que no entiendo, pero mágicamente la mayoría le encuentra sentido, y señales de halago lo inundan todo. El hombre parece satisfecho y levita por unos segundos. Como si no tuviese mas nada que hacer allí recoge sus cosas y se va sin despedirse, con todos los elogios en la mano y la satisfacción inevitable que lo rodea como un aura celestial… intenta ocultarla abrochándose el abrigo, pero no puede impedir pensar en él y su grandeza, no puede escapar de sentirse más grande que el resto…
Me quedo observando su pintura… dos líneas paralelas en azul eléctrico atravesadas por aerosol rojo… todo englobado en una línea negra con forma de óvulo o lágrima… para mi no es nada mas que un adefesio que podría haber dibujado el niño hiperactivo que ahora va de un brazo al otro, y al cual le hubiesen dado un buen golpe por hacerlo, y no redenciones… pero hoy no cuenta mi opinión.
Llegan tres personas mas, anotan el presente en una lista y se retiran en menos de un minuto.
Empiezo a debilitarme… y consumirme.
La sala blanca vuelve a encogerse, pero todo permanece.
El coro que sigue agitándose estrepitosamente, aunque más amontonado e incómodo…
La nena que continúa inquietándome sin aburrirse… aunque ahora la ropa le queda holgada, y el moño en su cabeza le cuelga desprolijamente.
Y esas perturbadoras gotas en mi cabeza…
Y el humo, el humo que me asfixia…
El sabor a vómito y las ojeras de todos, que se cansan, pero siguen riendo…
Los que bailan ya sin ganas…
Los que abrazan la pared como cultivándose…
El de rojo que vacila a un ritmo lánguido…
Los jazmines que me aborrecen…
La luz que va y viene… la jaqueca… la inmovilidad… los que miran con lástima… los que no miran…
La pintura incomprensible…
El nene que no para…
Y yo… yo que no estoy. Yo que no soy más que cuerpo… yo en mi misma incapaz de expresar…
Yo y el mundo que se mueve… yo y mi pausa…
Yo y mi invisibilidad…
Los otros cada uno en su ampolla…
Y el gato que irritó mis manos…
Las larvas que crecen…
Y esas maltitas y sangrientas gotas en mi cabeza…
De alguien que me llora.
De repente risas, y me perdí el chiste. Confusa y aturdida por el cambio me dan ganas de estar sola, pero la fiesta sigue su curso y hasta en un rincón se inicia un número de baile…
Entran unos nenes maliciosos en escena, y se acercan a la cama como observando un fenómeno. Sus gestos de sorpresa y asco son señal de que nada marcha bien. Uno salta al techo y se queda prendido de la lámpara frágil que en cualquier momento podría caerse y quebrarme a la mitad, pero nadie dice nada… se mece estridentemente haciendo que la luz adopte un vaivén de intermitencia que me produce jaqueca. La otra se dirige al final del lecho y mueve las sábanas… me brinda una mirada pícara como advirtiéndome que me prepare para su pequeña tortura… saca una pluma verde esmeralda de un vestido sin bolsillos y me la desliza por los pies: cosquillas, cosquillas insoportables que no puedo evadir. Quiero moverme, quiero gritarle, quiero pegarle, pero no hay respuestas. Sólo necias e inevitables cosquillas maquiavélicas que me estremecen y afligen…
Y ese fatal sonido de agua en mi cerebro…
La sala se extiende, y un coro gospel vestido de escarlata se ubica frente a mi y mueve sus bocas estridentemente… las palmas se juntan y separan a compás y todos parecen disfrutarlo. Me imagino un “oh jesús, oh jesús” saliendo de sus gargantas y por un momento no me parece tan mala la sordera…
Y el humo, el humo efervesciendo en mi.
Un gato enorme se sube a la cama y me lame las manos…
Tengo frío, y como si adivinase mi pensamiento una mujer de cabellos ceniza y orejas frustradas me cubre con una manta de jazmines, pero el olor me da nauseas y tengo que tragar mi propio vómito.
Risas nuevamente. Ahora los que bailaban hacen gala de coreografías.
Un señor de sobretodo negro parece aburrido, y empieza a dibujar un boceto en la pared: arte abstracto que no entiendo, pero mágicamente la mayoría le encuentra sentido, y señales de halago lo inundan todo. El hombre parece satisfecho y levita por unos segundos. Como si no tuviese mas nada que hacer allí recoge sus cosas y se va sin despedirse, con todos los elogios en la mano y la satisfacción inevitable que lo rodea como un aura celestial… intenta ocultarla abrochándose el abrigo, pero no puede impedir pensar en él y su grandeza, no puede escapar de sentirse más grande que el resto…
Me quedo observando su pintura… dos líneas paralelas en azul eléctrico atravesadas por aerosol rojo… todo englobado en una línea negra con forma de óvulo o lágrima… para mi no es nada mas que un adefesio que podría haber dibujado el niño hiperactivo que ahora va de un brazo al otro, y al cual le hubiesen dado un buen golpe por hacerlo, y no redenciones… pero hoy no cuenta mi opinión.
Llegan tres personas mas, anotan el presente en una lista y se retiran en menos de un minuto.
Empiezo a debilitarme… y consumirme.
La sala blanca vuelve a encogerse, pero todo permanece.
El coro que sigue agitándose estrepitosamente, aunque más amontonado e incómodo…
La nena que continúa inquietándome sin aburrirse… aunque ahora la ropa le queda holgada, y el moño en su cabeza le cuelga desprolijamente.
Y esas perturbadoras gotas en mi cabeza…
Y el humo, el humo que me asfixia…
El sabor a vómito y las ojeras de todos, que se cansan, pero siguen riendo…
Los que bailan ya sin ganas…
Los que abrazan la pared como cultivándose…
El de rojo que vacila a un ritmo lánguido…
Los jazmines que me aborrecen…
La luz que va y viene… la jaqueca… la inmovilidad… los que miran con lástima… los que no miran…
La pintura incomprensible…
El nene que no para…
Y yo… yo que no estoy. Yo que no soy más que cuerpo… yo en mi misma incapaz de expresar…
Yo y el mundo que se mueve… yo y mi pausa…
Yo y mi invisibilidad…
Los otros cada uno en su ampolla…
Y el gato que irritó mis manos…
Las larvas que crecen…
Y esas maltitas y sangrientas gotas en mi cabeza…
De alguien que me llora.
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