Mi uña negra y blanca develó secretos: el cartel de “días felices” se pudre en el suelo y ya casi no se lee, por eso es tan difícil encontrarlos.
Cinco enanitos rojos vienen a darme los buenos días y al verlos me dan ganas de no haber despertado; poder solo dormir y vivir entre sueños que dialogan con mis deseos, y no de los que interactúan con velitas, sino de los verdaderos.
Pero despierto, y la existencia también cuenta con esa dosis de locura necesaria para reír, y explotar como piñatas cargadas de sorpresas, o como misiles apuntando a hospitales.
Los llantos de felicidad y dolor se confunden en lo salado de las lágrimas y la gente sobrevive tarareando en su cabeza la música que vuelve mas pintoresca la realidad. Hoy sigamos a los policías de vuelta a casa, y pongamos fin al viaje que empezamos hace rato para escapar del maldito payaso de la infancia, que con su sonrisa falsa traumó nuestra alegría.
Entre las novedades, las pastillas azules sirvieron para callar los murmullos que repetían que dios, si nos hizo a su semejanza, es un mono según Darwin, y por eso cariñosamente hay que llamarlo chita; y tampoco recurro ya a los fósforos como estampas de momentos que quisiera olvidar. Sin embargo confieso que mis pies siguen dominando al cuerpo de a ratos, y me sacan a dar vueltas sobre el eje de mi historia, y por calles conocidas y seguras que perdieron todo lo que había que ofrecer. Todavía no evito la necesidad de analizar y les juego una carrera a las consecuencias, que me siguen ganando vez tras vez.
Si pudiera colgarme del techo y ver todo al revés las formas no serían muy diferentes, y seguramente añadirían el color amarillo a mi cóctel diario. Así que abandono la prueba de ver las cosas desde otra perspectiva; soy lo que puedo ser, supongo, y no lo digo en el sentido potencial, sino en el sentido de resignación… aunque ya no estoy segura de lo que eso signifique. Mis fronteras son confusas y nada me motiva a trascenderlas. Llegué tan lejos para ver el paisaje y descubrir que en realidad no valía la pena.
Me quedaré en la cama, que será como mi tumba, y desperdiciaré todo el tiempo que necesite.
Recuerdo las muñecas llenas de renglones; y el líquido verde que bebí una vez como solución a los problemas, y que no trajo más que un dolor de estómago. Desde ese día de tanto en tanto me dan ganas de cortar hojas de cuadernos, hacerlas bollitos y tirarlas… matarlas inútiles.
La gente que pasa es tan diferente. Solo algunos miran, pero mis intentos de contacto telepático no funcionan, seguramente se descompuso un satélite cerca de la luna al que no le importa que se marchite mi mensaje; sólo una pregunta por hacer: ¿sería mucho pedir que no me decepciones?
Soy un dragón en la edad del mundo errónea, y lanzo llamaradas que barnizan corazones: listos para la exposición en la gala de dualidades y disimulos. Por momentos quisiera carbonizarlos, y no puedo.
¿Bailamos el vals de los lamentos? ¿Hacemos el festín de las miserias?
Fingir. Fingir. Fingir. Fingir.
Y de repente hallar que no todo está maldito. Que un rectángulo rojo engalana una pose de inocencia y da placer mirarla; y contemplar la dulce melancolía de los zapatos vacíos y el cinturón sin cintura. Que a pesar de la culpa y la tortura podemos volver a efervescer y no sólo con burbujas de jabón.
La memoria altanera nos golpea el presente para tirarlo abajo, pero además es capaz de darnos lunas llenas, terrazas y esquinas que duraron horas; lágrimas de pasión, palabras cómplices, lluvias de arroz, y más: silencios, silencios no vacíos.
Elegí un dinosaurio porque quería extinguirme, que con un soplido del viento me esparciera en mil pedazos y me uniera al ambiente.
Sigo trenzando verdad con fantasía, pero sin teñirlo de mentira. La gallina hoy no me dio los huevos para ser directa.
Los cinco duendes vuelven para darme las buenas noches, veré si se cumple mi cometido.
Entretanto no cierro los ojos, y que lindo es que mis pupilas se encuentren con tu mirada dibujada en el cielo razo, que se acerca, que se acerca, que se acerca…
Cinco enanitos rojos vienen a darme los buenos días y al verlos me dan ganas de no haber despertado; poder solo dormir y vivir entre sueños que dialogan con mis deseos, y no de los que interactúan con velitas, sino de los verdaderos.
Pero despierto, y la existencia también cuenta con esa dosis de locura necesaria para reír, y explotar como piñatas cargadas de sorpresas, o como misiles apuntando a hospitales.
Los llantos de felicidad y dolor se confunden en lo salado de las lágrimas y la gente sobrevive tarareando en su cabeza la música que vuelve mas pintoresca la realidad. Hoy sigamos a los policías de vuelta a casa, y pongamos fin al viaje que empezamos hace rato para escapar del maldito payaso de la infancia, que con su sonrisa falsa traumó nuestra alegría.
Entre las novedades, las pastillas azules sirvieron para callar los murmullos que repetían que dios, si nos hizo a su semejanza, es un mono según Darwin, y por eso cariñosamente hay que llamarlo chita; y tampoco recurro ya a los fósforos como estampas de momentos que quisiera olvidar. Sin embargo confieso que mis pies siguen dominando al cuerpo de a ratos, y me sacan a dar vueltas sobre el eje de mi historia, y por calles conocidas y seguras que perdieron todo lo que había que ofrecer. Todavía no evito la necesidad de analizar y les juego una carrera a las consecuencias, que me siguen ganando vez tras vez.
Si pudiera colgarme del techo y ver todo al revés las formas no serían muy diferentes, y seguramente añadirían el color amarillo a mi cóctel diario. Así que abandono la prueba de ver las cosas desde otra perspectiva; soy lo que puedo ser, supongo, y no lo digo en el sentido potencial, sino en el sentido de resignación… aunque ya no estoy segura de lo que eso signifique. Mis fronteras son confusas y nada me motiva a trascenderlas. Llegué tan lejos para ver el paisaje y descubrir que en realidad no valía la pena.
Me quedaré en la cama, que será como mi tumba, y desperdiciaré todo el tiempo que necesite.
Recuerdo las muñecas llenas de renglones; y el líquido verde que bebí una vez como solución a los problemas, y que no trajo más que un dolor de estómago. Desde ese día de tanto en tanto me dan ganas de cortar hojas de cuadernos, hacerlas bollitos y tirarlas… matarlas inútiles.
La gente que pasa es tan diferente. Solo algunos miran, pero mis intentos de contacto telepático no funcionan, seguramente se descompuso un satélite cerca de la luna al que no le importa que se marchite mi mensaje; sólo una pregunta por hacer: ¿sería mucho pedir que no me decepciones?
Soy un dragón en la edad del mundo errónea, y lanzo llamaradas que barnizan corazones: listos para la exposición en la gala de dualidades y disimulos. Por momentos quisiera carbonizarlos, y no puedo.
¿Bailamos el vals de los lamentos? ¿Hacemos el festín de las miserias?
Fingir. Fingir. Fingir. Fingir.
Y de repente hallar que no todo está maldito. Que un rectángulo rojo engalana una pose de inocencia y da placer mirarla; y contemplar la dulce melancolía de los zapatos vacíos y el cinturón sin cintura. Que a pesar de la culpa y la tortura podemos volver a efervescer y no sólo con burbujas de jabón.
La memoria altanera nos golpea el presente para tirarlo abajo, pero además es capaz de darnos lunas llenas, terrazas y esquinas que duraron horas; lágrimas de pasión, palabras cómplices, lluvias de arroz, y más: silencios, silencios no vacíos.
Elegí un dinosaurio porque quería extinguirme, que con un soplido del viento me esparciera en mil pedazos y me uniera al ambiente.
Sigo trenzando verdad con fantasía, pero sin teñirlo de mentira. La gallina hoy no me dio los huevos para ser directa.
Los cinco duendes vuelven para darme las buenas noches, veré si se cumple mi cometido.
Entretanto no cierro los ojos, y que lindo es que mis pupilas se encuentren con tu mirada dibujada en el cielo razo, que se acerca, que se acerca, que se acerca…
1 comentario:
uau!:.. sutil pero entendi el mensaje que me llego de sopresa.. no sé si estaba preparada para saberlo, no sé si lo quería saber... solo soy una curiosa empedernida...
cuántas imagenes que me hiciste ver!...
continuará personalemente...
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