martes, 26 de febrero de 2008

1 El ojo relegado: el

- y no me dijo nada. Se quedó perdida, mirándome
- ¿y vos que hiciste?
- Me hubiera gustado crear un beso, pero ya no se podía
- Hubo huelga de labios…
- No, es que estaba perdida, no podía encontrarla
- Convengamos que el camino no era tan sinuoso
- Me dio pena. Una pena triste, no de las alegres.
- Quién sabe lo que estaba pensando
- Tal vez en mi, en ella, en el perro del vecino, en su padre muerto, en los descuentos del supermercado… me miró y por un segundo fue mía, toda entera, y a través de esos ojos mansos le pude ver el interior de las uñas
- ¿Y entonces porqué no hiciste nada?
- Me dio todo y no dijo nada. El silencio pesa.
- Cobarde
- Ojalá fuera eso… me dio todo. Ya no había nada que encontrar
- ¿Y no era lo que querías?
- Pensaba. Pero es difícil soportar el interior de las uñas. No dijo nada… y esa mirada. Fue vulnerable, débil, no pudo mantenerse alerta, no pudo con el encanto, con el misterio, con la batalla ni la guerra. No pudo con la mentira, con las palabras. Con el juego
- ¿No te complace haber ganado?
- Yo no vencí. Ella se rindió. Se hizo agua ante mi chantaje
- Creí que lo que querías era un círculo sin amenazas. Un lugar seguro. Una honestidad de almohadas
- Pensaba. Pero me vio, la vi, la supe, y la perdí.
- La tiraste
- La tiré. Ya no la quería.

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