lunes, 20 de agosto de 2007

en ésta vida hay para todo...

Delirio Malpensado fue desde niño una persona con el mundo a su favor, más que nada claro, por seguir la corriente a todas partes.
Desde siempre recibió los incentivos de una madre que ceremoniaba cualquiera de sus acciones, como la vez en que le dijo que cortaba tan bien las cebollas que era para llorar, o aquella en la que literalmente forjó un altar en su nombre para que no tuviese que envidiarle nada a los santos.
Sin embargo, Delirio Malpensado poco salía de su hogar, se sentía particularmente cómodo entre las alabanzas de sus cercanos, y cualquier tiempo libre entre su agotadora tarea de irradiar encanto, lo dedicaba a rezarse a sí mismo.
Era sin duda, persona digna de talentos. Nadie puede negar que decía “si” como los dioses, o que hipnotizaba su paciente manera de cortarse las uñas, incluso podía saltar hasta treinta centímetros, y tenía una especial pasión por cambiar los focos de luz. Tan sólo basta enunciar que terminó el secundario tres días antes de tiempo (tomaba clases en su casa), para darse cuenta de que algo especial se gestaba dentro suyo.
Especialmente dotado para la música, deleitaba las previas a las comidas con un solo de cuchillo-tenedor que estremecía estómagos, y cómo olvidar la vez que interpretó “La cucaracha” sin olvidarse una línea. Empero reconocía tener defectos para las causas abstractas, no podía evitar pensarse con cada ejemplo.
La audacia y el mal pesaban para él lo mismo que lechuga a anoréxico, le parecía insoportable sostener un suplicio. No digo con esto que no haya experimentado aventuras, era una gracia escuchar de la vez en que volvió a su casa yendo por un camino distinto, o cómo emocionaba sentir el timbre de su voz quebrada al narrar la historia en que mató a un grillo… pobre, le costó un tiempo superarlo, si es que alguna vez lo hizo, pero hay que destacar que fue por una causa justa: el canto del bicho interrumpía su discurso sobre cómo pudo andar tres cuadras con los cordones desatados.
Ya adulto Delirio Malpensado seguía mas o menos en la misma, excepto que trabajaba ayudando a su familia a tener algo de que engreírse ante los vecinos, y había desarrollado profundamente un capacidad para distinguir las peras maduras de las podridas.
La vida para él no era una gloria, él era la gloria para la vida.
Bien es sabido el final de ésta historia, Delirio Malpensado terminó solo, deprimido y cabizbajo, encerrado en un cuarto sin foquitos de luz. Fue traumático su encuentro con el mundo, sobretodo la recepción del primer “Pelotudo” que le gritaron cuando describió en una salida su idoneidad para mover el pulgar y el índice al mismo tiempo.
Pero no hay que preocuparse, por éstos días ya todo ésta mejor, después de los largos discursos de su madre, Delirio está seguro de ser aún mas grande. "Pelotudo" se ha sumado a su lista de talentos.

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